BIRMANIA 2014: Pagoda Shwedagon.








La pagoda Shwedagon es una de las visitas imprescindibles en Yangon (Rangún), capital de Myanmar (Birmania).
En realidad es algo más que una pagoda. Es un complejo arquitectónico de sentido religioso (budista) dominado por una enorme estupa dorada, de 100 metros de altura, al parecer sólo superada por otra que se encuentra en Mongolia.
Alrededor de ella se encuentran infinidad de templos, capillas y estupas más pequeñas, con innumerables budas y otras imágenes (deidades protectoras). El recinto es muy cómodo de pasear con un cuidado suelo de mármol, por el que se camina descalzo, como en cualquier otro lugar sagrado birmano. Si se lleva pantalón corto hay que proveerse de un longi (hombres) o pareo las mujeres.
Llama la atención al atardecer (hora más aconsejable para la visita, como más adelante veremos) la enorme cantidad de visitantes que tiene, la gran mayoría del país. Aparte de ser un lugar de esparcimiento para muchas familias de la ciudad, donde gozar de un agradable paseo vespertino, no se puede obviar la característica de profunda espiritualidad, religiosidad, que se aprecia.
Personas de todo tipo y condición rezando delante de cualquier altar, familias enteras realizando un curioso rito de echar agua por encima de determinadas imágenes, monjes budistas en profunda concentración, tanto en sus rezos como de sus móviles, etc., convierten a la Shwedagon en el máximo exponente de la religiosidad del budismo theravada birmano.
Todo ello hace que, en palabras de Kipling, la Shwedagon sea "ese misterio dorado que parece, en si misma, explicarlo todo sobre Birmania".
Recorriendo el recinto en sentido contrario a las agujas del reloj, como mandan los cánones religiosos del lugar, antes del atardecer, lo mejor está por llegar. En el ocaso, durante un rato, la atmósfera del templo se transforma radicalmente, con los últimos rayos de sol iluminando la parte alta de la estupa y el encendido progresivo de la iluminación artificial.
El cromatismo dominante blanco y amarillo, que se aprecia durante el día, pasa a un dorado intenso, casi sobrecogedor, que invita, sentándose en cualquier rincón, a la reposada contemplación de la estupa, mientras se oye el suave campanilleo de los remates superiores de todas las construcciones.
Cuando ya domina la obscuridad de la noche es el momento de retirarse con tranquilidad a la búsqueda de la típica comida birmana.
Acceso al resto del reportaje fotográfico.

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