RUIDERA. Lagunas, cascadas, cuevas y senderos del Quijote

Las Lagunas de Ruidera, a caballo entre las provincias de Ciudad Real y Albacete, constituyen un conjunto fluvio-lacustre único en España y casi de Europa, al compartir su rareza y belleza con otro paraje ubicado en Croacia.
Geográficamente se encuentran enclavadas en el Alto Guadiana que se va represando en lagunas de límpidas y azuladas aguas, conectadas unas con otras por sus lechos y a través de cascadas, que salvan los desniveles en los años más lluviosos. Las caprichosas formas del perímetro lacustre lo han provocado el discurrir de las aguas, a lo largo de los siglos, conformando, con restos vegetales, una piedra caliza muy porosa denominada toba o travertino.
Este año, gracias al invierno de excepcionales lluvias que hemos tenido, las lagunas están que se salen, literalmente hablando, de sus límites, con cascadas entre lagunas que no se recordaban en muchos años.
Una gran parte de nuestro intrépido grupo senderista, con Paco Carrera de excelente organizador como siempre, nos hemos ido este "puente" del 1º de mayo, que este año ni era puente ni nada, pero la tradición dice que hay que salir de todos modos.
Expreso a continuación una serie de comentarios al hilo de la excursión:
  • Aconsejable dormir en el mismo Ruidera, que cuenta con una buena estructura de alojamientos y restaurantes, aunque en fines de semana como este, que todo el mundo se tira al monte, mejor reservar con algo de antelación. Nosotros lo hicimos en el camping Los Molinos que cuenta también con habitaciones con baño, sencillas pero muy baratas. Nuestras necesidades nutritivas las solucionamos en el Mesón de Juan, con excelentes, abundantes y contundentes viandas típicas de la cocina manchega.
  • La primera caminata muy cerca del pueblo, para empezar a saborear el resto del paisaje, la hicimos a El Hundimiento, la cascada más alta de todas. Como otras muchas a lo largo de la serie de lagunas cuenta con un excelente mirador de madera.
  • Ver el conjunto de lagunas más visitable son 12-16 km que recorrimos, con las oportunas paradas en los miradores, utilizando los coches. Ver el contraste de las apacibles e inacabables aguas de una laguna superior precipitándose tumultuosamente en la inferior es una gozada.
  • Como la tarde daba todavía para mucho nos fuimos hasta la Cueva de Montesinos, objeto ella de un par de capítulos de Don Quijote de la Mancha. Se trata de una agujero todavía en plan salvaje al que se entra sin mucho problema sin producir agobio por el alto techo. Íbamos un poco mosqueados por los murciélagos que decían la habitan, pero los animalitos no hicieron acto de presencia, supongo que por la afluencia de "espeleogiris" con linternas que allí estábamos.
  • Seguía habiendo tarde y decidimos dar una caminata de 1 hora desde la boca de la cueva hasta la Ermita de San Pedro, por una senda perfectamente señalizada. Un lujo de paseo ya a la caida de la tarde por la vegetación y orografía.
  • La mañana del domingo, luego de no madrugar nada para lo que acostumbra este grupo, la dedicamos a una marcha de 16 km y casi 5 horas en total, con el almuerzo, para acceder a la Laguna Blanca. Hay que recorrer los 12 km de carretera asfaltada hasta la Laguna Tomilla para dejar los coches y empezar la marcha por uno de los tramos de la Ruta del Quijote. Tuvimos que salvar alguna dificultad por tramos inundados del camino con "culadas" o "clavadas de botas" en el barro, sin consecuencias más allá de alguna risa y/o escarnio leve a la persona afectada.

Termino aconsejando leer la crónica de Paco Carrera que, como magnífico narrador que es, en esta ocasión se ha lucido especialmente al redactar los avatares de la excursión con un estilo cervantino muy apropiado para la ocasión.

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